CARTELERA JULIO
BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE
Por Diego Cabrera
Por Diego Cabrera
Cuando Alfred Hitchcock afirmó socarrón que “el cine son un montón de butacas por llenar”, no fueron pocos los que malinterpretaron su declaración y le dieron una connotación peyorativa y mezquina que poco tenía que ver con su verdadero sentido. Poco más de cuarenta años después, luego de ver El Caballero de la noche, sexto largometraje de Christopher Nolan, sus palabras adquieren una vitalidad particular. Y es que el director de Amnesia no solo posee la misma convicción que el maestro del suspense respecto al cine masivo, sino que —al igual que su compatriota, colega y mentor no declarado—, es cada vez más capaz de regentar uno de calidad.
Su nueva película retoma la historia del hombre murciélago un año después de su primera aparición pública en Batman Inicia. Ahora el crimen organizado luce más cohesionado y sigue gozando de impunidad; la policía se muestra más corrupta, pese a que hombres como el fiscal Harvey Dent, su novia, la abogada Rachel Dawes, y el teniente Gordón tratan de hacerle frente día a día; los habitantes de Ciudad Gótica se debaten entre la idolatría y la aversión hacia su enmascarado justiciero: mientras que ciudadanos comunes y corrientes emulan con torpeza sus prácticas, las autoridades lo creen una amenaza, pero lo persiguen con ociosidad. En medio de tal panorama, emerge del anonimato un villano de macabra apariencia, mentalidad calculadora y proceder sanguinario: El Guasón.
Gran parte del éxito de esta secuela radica en la decisión de su director de darle preponderancia al antagonista por encima del héroe. A diferencia de su predecesora, abocada a la exploración de la psique de Bruce Wayne antes que a la exhibición física de su alter ego o de villanos carismáticos o entrañables a la manera de los de Burton, aquí la intensidad esta supeditada a la presencia del Guasón —interpretado por Heath Ledger con un estilo particular pero lo suficientemente anárquico y desquiciado como para satisfacer las exigencias de los más acérrimos seguidores del cómic—, y al discurrir de su caótico plan: primero saqueando los bolsillos de sus malhechores y convenciéndolos de que el enemigo en común es Batman, luego jaqueando al mismo mientras que depura la metrópoli de “criminales sin clase” y se adueña de ella para finalmente rebajar a su verdadero paladín a un nivel monstruoso y tan ambivalente como el suyo propio o al de su cuestionado paladín nocturno.
Lo curioso de este sombrío devenir es que sus responsables indirectos son los mismos moradores de Gótica, quienes, a través de su permisividad criminal y de su desconfianza a su principal protector, le concedieron poder a “El Califa de los Payasos”, tal como los romanos hicieron con el también pirómano César al sentirse amenazados por extranjeros.
El enfrentamiento entre Batman y El Guasón no es, como afirma este último en una escena crucial, “el encuentro entre una fuerza imparable y un objeto inamovible”, sino el de dos seres que se reconocen en un pasado familiar traumático, en la incomprensión social y en su violenta manera de actuar. Ambos son, en realidad, dos caras de la misma moneda, una que, al igual que la de Dos Caras, es producto de la tragedia, de la pérdida filial. Sin embargo, pese a que la marginalidad los hermana, la mascarada bajo la cual se resguardan alberga objetivos opuestos. Se trata de una dialéctica que es típica del cine de Nolan, donde personajes pragmáticos y cínicos se confrontan a nivel mental con otros más bien románticos y melancólicos. Ahí están sino Cobb y el ‘persecutor’ en Following, Teddy y Lenny en Amnesia, Walter Finch y Will Dormer en Insomnia o Ducard y Bruce Wayne en Batman Inicia para corroborarlo.
Sin embargo, en este caso el duelo mental es, dada la dicotomía expresa de sus protagonistas, especialmente ambiguo y paradójico. Y es que, no obstante su aparente oscuridad, El Caballero de la Noche es también una película acerca de la fe. Fe en el amor y en que, en su nombre, las personas son capaces de cambiar sus vidas, incluso a costa de su naturaleza (Bruce Wayne); fe en la democracia y la justicia que le es supuestamente intrínseca (Harvey Dent); fe en la bondad de la gente, en la moral trascendental y el humanismo (Batman); pero también fe en el cine y en su capacidad de abstracción.
En su última realización Nolan reafirma en la voz del comisionado Gordón lo que ya había expuesto en El Gran Truco en palabras de un moribundo “Lord Cadlow”: “A veces la verdad no alcanza; a veces la gente merece que recompensen su fe”. El Caballero de la Noche lleva a otro nivel aquel autoengaño al que se refería el realizador británico en su penúltima película, y que, gracias a un espectáculo de representación (la magia, el cine), es capaz de distraernos de la cruda realidad, aunque sea por un segundo.
Fecha de estreno en el Perú: 17 de julio del 2008.
Su nueva película retoma la historia del hombre murciélago un año después de su primera aparición pública en Batman Inicia. Ahora el crimen organizado luce más cohesionado y sigue gozando de impunidad; la policía se muestra más corrupta, pese a que hombres como el fiscal Harvey Dent, su novia, la abogada Rachel Dawes, y el teniente Gordón tratan de hacerle frente día a día; los habitantes de Ciudad Gótica se debaten entre la idolatría y la aversión hacia su enmascarado justiciero: mientras que ciudadanos comunes y corrientes emulan con torpeza sus prácticas, las autoridades lo creen una amenaza, pero lo persiguen con ociosidad. En medio de tal panorama, emerge del anonimato un villano de macabra apariencia, mentalidad calculadora y proceder sanguinario: El Guasón.
Gran parte del éxito de esta secuela radica en la decisión de su director de darle preponderancia al antagonista por encima del héroe. A diferencia de su predecesora, abocada a la exploración de la psique de Bruce Wayne antes que a la exhibición física de su alter ego o de villanos carismáticos o entrañables a la manera de los de Burton, aquí la intensidad esta supeditada a la presencia del Guasón —interpretado por Heath Ledger con un estilo particular pero lo suficientemente anárquico y desquiciado como para satisfacer las exigencias de los más acérrimos seguidores del cómic—, y al discurrir de su caótico plan: primero saqueando los bolsillos de sus malhechores y convenciéndolos de que el enemigo en común es Batman, luego jaqueando al mismo mientras que depura la metrópoli de “criminales sin clase” y se adueña de ella para finalmente rebajar a su verdadero paladín a un nivel monstruoso y tan ambivalente como el suyo propio o al de su cuestionado paladín nocturno.
Lo curioso de este sombrío devenir es que sus responsables indirectos son los mismos moradores de Gótica, quienes, a través de su permisividad criminal y de su desconfianza a su principal protector, le concedieron poder a “El Califa de los Payasos”, tal como los romanos hicieron con el también pirómano César al sentirse amenazados por extranjeros.
El enfrentamiento entre Batman y El Guasón no es, como afirma este último en una escena crucial, “el encuentro entre una fuerza imparable y un objeto inamovible”, sino el de dos seres que se reconocen en un pasado familiar traumático, en la incomprensión social y en su violenta manera de actuar. Ambos son, en realidad, dos caras de la misma moneda, una que, al igual que la de Dos Caras, es producto de la tragedia, de la pérdida filial. Sin embargo, pese a que la marginalidad los hermana, la mascarada bajo la cual se resguardan alberga objetivos opuestos. Se trata de una dialéctica que es típica del cine de Nolan, donde personajes pragmáticos y cínicos se confrontan a nivel mental con otros más bien románticos y melancólicos. Ahí están sino Cobb y el ‘persecutor’ en Following, Teddy y Lenny en Amnesia, Walter Finch y Will Dormer en Insomnia o Ducard y Bruce Wayne en Batman Inicia para corroborarlo.
Sin embargo, en este caso el duelo mental es, dada la dicotomía expresa de sus protagonistas, especialmente ambiguo y paradójico. Y es que, no obstante su aparente oscuridad, El Caballero de la Noche es también una película acerca de la fe. Fe en el amor y en que, en su nombre, las personas son capaces de cambiar sus vidas, incluso a costa de su naturaleza (Bruce Wayne); fe en la democracia y la justicia que le es supuestamente intrínseca (Harvey Dent); fe en la bondad de la gente, en la moral trascendental y el humanismo (Batman); pero también fe en el cine y en su capacidad de abstracción.
En su última realización Nolan reafirma en la voz del comisionado Gordón lo que ya había expuesto en El Gran Truco en palabras de un moribundo “Lord Cadlow”: “A veces la verdad no alcanza; a veces la gente merece que recompensen su fe”. El Caballero de la Noche lleva a otro nivel aquel autoengaño al que se refería el realizador británico en su penúltima película, y que, gracias a un espectáculo de representación (la magia, el cine), es capaz de distraernos de la cruda realidad, aunque sea por un segundo.
Fecha de estreno en el Perú: 17 de julio del 2008.
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