CARTELERA DICIEMBRE
LA VENGANZA DE ALEXANDRA
Por Diego Cabrera
La venganza de Alexandra es una película perturbadora. A partir de una puesta en escena austera, el director Rolf de Heer, holandés afincado en Australia con más de diez producciones a cuestas, pero ninguna estrenada previamente en nuestro país, nos presenta una historia acerca de las apariencias y de la imagen mediatizada como dispositivo de verdad.
Ya desde su prologo quedamos advertidos acerca de lo que veremos a continuación. Un travelling de descubrimiento, filmado desde una perspectiva subjetiva que se intercala con fundidos en negro, nos muestra el calido amanecer de un suburbio. La luz de un nuevo día y la oscuridad conviviendo en pantalla al son de las inquietantes partituras de Graham Tardiff. De la misma manera veremos a Steve (Gary Sweet), el protagonista de esta película, pasar de lo luminoso (la relación con sus hijos, su ascenso en el trabajo) a lo oscuro (su inesperado regalo y las consecuencias del mismo), al tiempo que queda expuesto ante nuestros ojos, el día de su cumpleaños.
Y es que él, pese a ser “buen padre de familia y proveedor”, es un hedonista ensimismado en su culto al cuerpo, tal como lo denotan sus ejercicios matutinos y el usufructo sexual que hace de Alexandra (notable Helen Buday), su esposa. Las humillaciones a las que ésta última ha sido sometida (sodomía, infidelidad) despertarán en ella un odio patológico que la llevará a idear un proyecto que la libere y que le proporcione a su marido una cucharada de su propia medicina. Alexandra ha hecho de su casa un fortín tan inexpugnable como ella, con ayuda de Billl (Bogdan Koca), el regordete vecino dueño de una compañía de sistemas de seguridad casera; pero con la finalidad de dejar a Steve sin escapatoria ante un video que le ha preparado como regalo de cumpleaños, con la inocente complicidad de sus dos hijos.
El mayor acierto del realizador reside en el clima de tensión que logra crear durante el tiempo de duración del video sorpresa. A medida que transcurren los minutos, la trama se vuelve cada vez tan sórdida y truculenta como cautivante. Heer se encarga de dotar la película de una atmósfera claustrofóbica desde un comienzo, cuando las líneas de organización del encuadre (persianas, puertas, escaleras y ventanas de la casa) sugieren un encierro futuro. Destaca también la iluminación, ya que sirve como contraste entre el mundo de mascaras diurno, nítido e incluso brillante, y la realidad expuesta con el video, más bien vaporosa, turbia, opaca; así como las simetrías entre el estado de descomposición del protagonista, cuyo aspecto se va devaluando con el transcurrir de la cinta de video, y el caótico estado que su morada adquiere una vez que Alexandra pone en ejecución la última etapa de su plan.
Sin embargo, lo más interesante de esta película no es el castigo o la impugnación de Alexandra en sí, sino el mecanismo utilizado para ello. La verdad se revela a los ojos de Steve a través de objetos inanimados (un televisor, un control remoto, una grabación casera) y no de personas de carne y hueso; la violencia no se consuma sino en una imagen virtual en apariencia inofensiva. Como en Escondido de Michael Haneke, un video casero, será objeto de incomodidad para el burgués, y el espectador.
Con todo y esto, La venganza de Alexandra no termina de convencer. Primero por cierta redundancia en el discurso de Alexandra que deriva en sensacionalismo y hace la película interminable -se entiende que la catarsis de esta insatisfecha mujer haya demandado su tortura personal, pero no se explica el porqué de la insistencia en la misma (el segundo acto sexual no consumado). Luego por lo inverosímil que se torna la película una vez finalizado el video (una vez que Steve consigue huir de la casa), cuando a Steve no le queda otra alternativa que refugiarse en la imagen para seguir viviendo, a pesar de todo.
Alexandra’s Project
(Australia, 2003)
Dirección y guión: Rolf de Heer
Intérpretes: Gary Sweet, Helen Boday, Bogdan Koca.
Fecha de estreno en el Perú: 22 de noviembre del 2007.
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Por Diego Cabrera
La venganza de Alexandra es una película perturbadora. A partir de una puesta en escena austera, el director Rolf de Heer, holandés afincado en Australia con más de diez producciones a cuestas, pero ninguna estrenada previamente en nuestro país, nos presenta una historia acerca de las apariencias y de la imagen mediatizada como dispositivo de verdad.
Ya desde su prologo quedamos advertidos acerca de lo que veremos a continuación. Un travelling de descubrimiento, filmado desde una perspectiva subjetiva que se intercala con fundidos en negro, nos muestra el calido amanecer de un suburbio. La luz de un nuevo día y la oscuridad conviviendo en pantalla al son de las inquietantes partituras de Graham Tardiff. De la misma manera veremos a Steve (Gary Sweet), el protagonista de esta película, pasar de lo luminoso (la relación con sus hijos, su ascenso en el trabajo) a lo oscuro (su inesperado regalo y las consecuencias del mismo), al tiempo que queda expuesto ante nuestros ojos, el día de su cumpleaños.
Y es que él, pese a ser “buen padre de familia y proveedor”, es un hedonista ensimismado en su culto al cuerpo, tal como lo denotan sus ejercicios matutinos y el usufructo sexual que hace de Alexandra (notable Helen Buday), su esposa. Las humillaciones a las que ésta última ha sido sometida (sodomía, infidelidad) despertarán en ella un odio patológico que la llevará a idear un proyecto que la libere y que le proporcione a su marido una cucharada de su propia medicina. Alexandra ha hecho de su casa un fortín tan inexpugnable como ella, con ayuda de Billl (Bogdan Koca), el regordete vecino dueño de una compañía de sistemas de seguridad casera; pero con la finalidad de dejar a Steve sin escapatoria ante un video que le ha preparado como regalo de cumpleaños, con la inocente complicidad de sus dos hijos.
El mayor acierto del realizador reside en el clima de tensión que logra crear durante el tiempo de duración del video sorpresa. A medida que transcurren los minutos, la trama se vuelve cada vez tan sórdida y truculenta como cautivante. Heer se encarga de dotar la película de una atmósfera claustrofóbica desde un comienzo, cuando las líneas de organización del encuadre (persianas, puertas, escaleras y ventanas de la casa) sugieren un encierro futuro. Destaca también la iluminación, ya que sirve como contraste entre el mundo de mascaras diurno, nítido e incluso brillante, y la realidad expuesta con el video, más bien vaporosa, turbia, opaca; así como las simetrías entre el estado de descomposición del protagonista, cuyo aspecto se va devaluando con el transcurrir de la cinta de video, y el caótico estado que su morada adquiere una vez que Alexandra pone en ejecución la última etapa de su plan.
Sin embargo, lo más interesante de esta película no es el castigo o la impugnación de Alexandra en sí, sino el mecanismo utilizado para ello. La verdad se revela a los ojos de Steve a través de objetos inanimados (un televisor, un control remoto, una grabación casera) y no de personas de carne y hueso; la violencia no se consuma sino en una imagen virtual en apariencia inofensiva. Como en Escondido de Michael Haneke, un video casero, será objeto de incomodidad para el burgués, y el espectador.
Con todo y esto, La venganza de Alexandra no termina de convencer. Primero por cierta redundancia en el discurso de Alexandra que deriva en sensacionalismo y hace la película interminable -se entiende que la catarsis de esta insatisfecha mujer haya demandado su tortura personal, pero no se explica el porqué de la insistencia en la misma (el segundo acto sexual no consumado). Luego por lo inverosímil que se torna la película una vez finalizado el video (una vez que Steve consigue huir de la casa), cuando a Steve no le queda otra alternativa que refugiarse en la imagen para seguir viviendo, a pesar de todo.
Alexandra’s Project
(Australia, 2003)
Dirección y guión: Rolf de Heer
Intérpretes: Gary Sweet, Helen Boday, Bogdan Koca.
Fecha de estreno en el Perú: 22 de noviembre del 2007.
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