June 16, 2009

CARTELERA MAYO

JUEGOS MACABROS (Funny Games U.S.)
Por Diego Cabrera

Este texto es una adaptación de otro que originalmente se publicó en el Blog La Cinefilia No es patriota (http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2009/06/funny-games-us-2007-de-michael-haneke.html)

Juegos macabros es el décimo largometraje de Michael Haneke, pero en realidad es un remake casi calcado de uno de sus trabajos más polémicos: Funny Games (1997). Esta nueva versión le significó al reciente ganador de La Palma de Oro del Festival de Cannes la oportunidad de hacer llegar el mensaje trasgresor de sus películas a más gente.

No es casualidad que el director de Escondido haya decidido reciclarse a sí mismo en Hollywood justamente con una cinta que cuestiona el modelo narrativo instaurado a inicios del siglo pasado por David Wark Griffith, al cine de género y sobre todo a la industria del entretenimiento.

La historia se centra en una familia de clase acomodada que de pronto se ve obligada a formar parte de juegos macabros que los podrían llevar a la muerte, cortesía de un par de mozuelos que parecen haber salido de La Naranja Mecánica.

Haneke realiza un thriller que deja en ridículo a la mayoría de sus congéneres norteamericanos. La película no solo resulta irritante por la violencia que exhibe, sino también por la forma en la que se presenta. Primero a través de un seguimiento, digamos, clásico de la acción, donde prima el uso del plano-contra plano para captar con claridad los diálogos de los protagonistas, y luego por medio de recursos más de ‘autor’, como esos interminables (emocionalmente hablando) planos secuencia o la decisión de recurrir a los espacios en off para graficar las escenas más sanguinolentas.

De alguna manera, Juegos Macabros coacciona a las audiencias a despojarse de toda comodidad visual y no solo por sus cuestiones formales, sino también por lo que hay detrás de sus polémicas escenas. Así la apuesta hecha a la familia por el par de torturadores, de que no sobrevivirá a sus juegos por más de doce horas, apunta al mundo burgués que se retrata en pantalla, pero también al que está fuera de ella, una vez que Paul se dirige a la cámara y desnuda las predecibles expectativas del público respecto a quién ganara la apuesta o cómo espera que se resuelva el relato.

Pero Haneke se atreve a más cuando Paul ‘revive’ a Peter con un control remoto, desafiando con ello al Modelo de Representación Institucional (MRI) –aquella categoría estética que definía al cine clásico a partir de la estandarización de recursos como la coherencia narrativa y el realismo psicológico- pero son, a su vez, una opción moral que entraña una fuerte crítica a los medios de comunicación: la imagen de la muerte, de la violencia, es solo una representación manipulable, una cuestión de zapping que se puede obviar o demandar de acuerdo a lo que nos convenga y a expensas de nuestras consciencias.

Lo que hace este cineasta germano en sus películas es impactar al público por medio de imágenes violentas (imágenes que al fin y al cabo no tienen nada que envidiarle a las de la vida real) para, pasado el tormento, dejarnos una reflexión final. De ahí que Juegos macabros concluya con un diálogo entre Paul y Peter que, por el impacto de las secuencias previas, suele pasar desapercibido. La realidad, dice uno de ellos mientras se dirigen al hogar de sus próximas víctimas, es todo aquello que estamos dispuestos a creer, así sea presentado como una ficción.

En tiempos en los que la tecnología mediática permite que cualquier individuo pueda volverse (o creerse) una celebridad de la noche a la mañana, en los que el consumidor dejó de lado su rol pasivo para empezar a producir sus propios contenidos, sus propias “verdades”, es necesario recordar que la realidad nunca será tal mientras esté mediatizada, así un mouse o un control remoto nos hagan pensar lo contrario.

Fecha de estreno en el Perú: Jueves 21 de mayo del 2009

VOLVER

Por César Pancorvo

Es en el pueblo de La Mancha donde comenzamos, advirtiendo que se renueva un valor que se ha tocado en otros recientes filmes almodovarianos: se deja muy bien paradas a las mujeres, se muestra a personajes femeninos nobles, luchadores, imitables. Volver nos presenta varias –concretamente tres– generaciones de personajes femeninos, desde las mayores, que son la tía que fallece y la madre que vuelve, hasta las dos hermanas, Penélope Cruz y Lola Dueñas, y la pubescente Paula.

Ya sabemos que las protagonistas son de una clase media baja, proveniente del campo, cuando ocurre uno de los hechos que orientan la película –podemos hablar de uno o más de esos hechos clave–: el esposo de Raimunda (Penélope Cruz), un asalariado grosero que nadie imagina como la conquistó, muere tras un forcejeo con su hija, lo que lleva a la propia Raimunda a atribuirse psicológicamente el crimen y, después, a guardar al cadaver en el frigorífico de un restaurante que le encargan.

Su hermana es protagonista del otro incidente que funciona como viraje y encauza la película. A la muerte de su tía, tras volver sola a La Mancha, descubre con nosotros que su madre, a la que creía muerta, no lo estaba realmente, y originalmente, con hilaridad, somos testigos de este hecho que en otros contextos, con otra historia y otro director, podría resultar escalofriante y traumático.

No solo Raimunda debe ocultar a todo el mundo que su esposo está muerto en una nevera de una posada que no es suya; Sole no puede dejar que nadie sepa que su madre ha “revivido” y debe esconder su presencia, para lo que pone en práctica varios embustes. Es, sin duda, la mejor mentira que Raimunda ha dicho o dirá jamás, al igual que la más poderosa actuación de una brillante Penélope Cruz.

Al pueblo del comienzo, a La Mancha, es también, al final, donde todos vuelven. El nombre de la película cae muy bien porque es lo que hacen, de alguna manera u otra, en algún momento, todos los personajes de esta historia, un drama familiar inaudito que ha sido revestido por muchos toques de humor.

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