September 19, 2008

Festival de Lima

En la variedad no está el gusto

Por Diego Cabrera

A decir de su Sección Oficial, los problemas de definición que antes aquejaban al Festival de Lima parecen haber sido superados, sin embargo hay algo que no termina de cuajar: nuestro festival no podrá jactarse del nombre propio mientras no supere sus propias taras. En tal sentido, reafirmo lo dicho el año pasado en esta misma tribuna: el éxito internacional del festival depende de los riesgos que asuman quienes lo regentan. Por ello, es poco menos que un despropósito la eliminación de la Sección Ópera Prima. El haber prescindido de un apartado que pese a no asegurar vanguardia al menos implica novedad para introducir otro compuesto por películas menores como “Secretos y Tesoros de Latinoamérica”, demuestra falta de criterio de parte de los programadores. Ya es momento de priorizar la calidad de los filmes por encima de la variedad. No puede ser posible que año tras año se insista con lo más deleznable del cine de ficción brasilero y cubano. No es casualidad que este 2008 la competencia haya sido relativamente pareja y que la presencia de ambas delegaciones menguara en relación a la habitual; tampoco es casualidad que el nivel haya incrementado al mismo tiempo que la representación argentina, la cual finalmente terminó llevándose la mayoría de los premios. Para alcanzar la categoría a la que aspira el evento cultural más importante del Perú se debe preocupar por ofertar algo más que un puñado de invitados de relevancia mundial, unas cuantas actividades académicas, un cúmulo de exhibiciones y una Sección Oficial decorosa; de lo contrario, “lo más sabroso de Latinoamérica” seguirá sabiendo a ‘sancochado’, y ese plato no a todos nos gusta.

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El Otro Festival

Pese al alto costo de las entradas, al centralismo del Cineplanet Alcazar, a la súbita cancelación de algunas funciones y a la disminución de sus días de duración, se pudo ver buen cine en el Festival de Lima, sobre todo en su Sección Paralela. Haciendo caso omiso de lo que suelen hacer los medios especializados, aquí comentaremos brevemente las que a nuestro juicio fueron las mejores secciones: La retorspectiva dedicada a Leonadardo Favio y el Espacio Filmoteca, que este año estuvo destinado a la obra del cineasta Nikita Mikhalkov.

Por Diego Cabrera

La patria y el corazón: el cine de Leonardo Favio y Nikita Mikhalkov.
Leonardo Favio y Nikita Mikhalkov son dos realizadores vinculados con el pasado de sus países (Argentina y Rusia) partidarios de un estilo particularmente vital y, en el caso del ruso, socarrón que se contrasta con atmósferas sombrías y crepusculares; dos artistas militantes (uno peronista y el otro zarista) y especialmente comprometidos con el mundo de los sentimientos.



De Favio, a quien por estos pagos se le conoce más por su faceta de cantautor, se pudo ver casi todo, con excepción de Aniceto, musical estrenado este año que tiene como base a su segunda película, y el documental, todavía inédito, que en 1999 le dedicará a Juan Domingo Perón.
Crónica de un niño solo, su ópera prima, es la puesta en escena del recuerdo de infancia del director: Polin es un niño que crece entre las frías paredes de un correccional con el deseo permanente de volver a casa. Aquí el uso del contrapicado, una de los rasgos distintivos del realizador mendocino, se hace una constante que simboliza la disminuida perspectiva de un niño frente a un mundo regentado por autoridades castrantes e impías, mientras que las líneas y figuras geométricas que se conforman a partir del encuadre significan la rigidez y control en el que se desenvuelve Polin y contrastan el mundo de fantasía en el cual vivirá absortó hasta que, una vez en libertad, se da cuenta de que en el arrabal también hay lugar para la crueldad.
Sobre otro tipo de cautiverio nos habla Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más. La monotonía y en especial el egocentrismo del Aniceto lo llevarán a alejarse de la Francisca, la única persona capaz de comprenderlo y amarlo desinteresadamente. Aquí el tratamiento del espacio tendrá nuevamente un papel primordial sobre la acción, ya que el epicentro del drama será una habitación aún más agobiante que la correccional que aprisionaba a Polin.
También intimista es El dependiente. El señor Fernandez trabaja en la ferretería del viejo Don Vila a la espera de que éste muera para heredar su negocio; sin embargo, la pasividad y el conformismo del ferretero se verán alterados con la aparición de la señorita Plassini, la hija de una de sus más frecuentadas caseras. En El dependiente Favio subvierte la cotidianidad con personajes y situaciones delirantes, como la madre y el hermano de la señorita Plassini y el templo que está al lado de su hogar, y también por medio de encuadres que, siempre en contrapicado y en primer plano, escudriñan el alma de seres perdidos en el tiempo, estancados en el pasado o expectantes de un futuro incierto, y delatan la locura y la sin razón.
Juan Moreira, en cambio, tiene un registro más abarcador, acorde con su espíritu épico. En ella Favio traslada a la pantalla grande la leyenda de un insurgente gaucho del siglo XIX, apropiándose de códigos propios del spaghetti western, pero a partir de un antihéroe nacional, también solitario y víctima de su entorno, como todos sus personajes.
Posteriormente, en Nazareno Cruz y el lobo continua por la senda mítica pero con una propuesta formal un tanto diferente. Y es que la recreación del famoso radioteatro de Juan Carlos Chiappe, acerca de un joven-lobo que se rehúsa a renunciar a sus sentimientos a costa de su ‘humanidad’, es un festín visual-sonoro. En cierta medida, Nazareno… es la película que mejor refleja al Favio cantautor por su exagerado lirismo. No obstante, su apuesta desbordada se justifica en la propia exultación del mito que la motiva. No en vano, el amor que abrasa a Griselda y Nazareno hasta consumirlos será capaz de conmover al mismísimo Lucifer.
Más convencional, alegre y naif es Soñar Soñar, donde el realizador argentino empata a dos personajes antagónicos en sus caracteres pero similares en sus carencias afectivas. La muestra se completó con Gatica el mono, biopic que da cuenta del ascenso y caída del famoso pugilista argentino José María Gatica para abordar de soslayo el tema del peronismo que tanto fascinaba al director y que será motivo del documental Perón, sinfonía del sentimiento, su primer trabajo concretado tras su vuelta a la argentina, después de la dictadura.

De Nikita Mikhalkov se pudieron ver nueve de sus doce largometrajes de ficción. Faltaron sus filmes más polémicos, recientes y galardonados: Sol Ardiente, El Barbero de Siberia y Doce.


Asalto al tren blindado, prefigura lo que en adelante hará su director. Ambientada en el marco de la guerra civil que siguió a la Revolución de Octubre, en su ópera prima Mikhalkov celebra la amistad, valiéndose de una narrativa algo anárquica y una propuesta plástica deliberadamente anacrónica.
En La Esclava del amor continúa con el tono nostálgico de su predecesora pero estiliza aún más el tratamiento visual de la imagen. La historia se sitúa en plena revolución y propone una idealización de la Rusia prerrevolucionaria en la figura de una actriz capaz de inmolarse en nombre de su beligerante amor.
Pero no será hasta Pieza inconclusa para piano mecánico que se revelará un cineasta capaz de congeniar su vocación histórico-literaria (muchas de sus obras son adaptaciones de Chejov, Volodin y Goncharov) con sus pretensiones artísticas. Esa visión integradora, extremadamente exigente en cuanto a la recreación de un tiempo idílico que se contrapone a un presente caótico, amoral e hipócrita, encuentra en la reunión aristócrata que se desarrolla en Pieza… su punto máximo.
De la misma manera, los amantes que, luego de haber sido separados por la guerra, se reencuentran en Cinco tardes son también el reflejo de una época signada por la desilusión.
La Parentela, en cambio, aparenta ser menos nostálgica por su ligereza, pues se trata de la única comedia dramática de su director, pero contiene una fuerte crítica social. En ella Mikhalkov antepone lo viejo a lo moderno por medio de la caracterización de una madre que llega desde el campo a la ciudad para enmendar los errores de sus seres queridos.
Mucho más ambiciosa es Ojos Negros no solo por su dedicada ambientación o por el espectro temporal que abarca, sino por los afectos que desarrolla. Ya no se trata tanto de un amor patriótico sino de uno más universal y menos contaminado por filias políticas. Marcelo Mastroniani interpreta a Romano, un hombre desencontrado con su humanidad debido a su incapacidad de sentir más allá de lo superficial, del artificio que se construye en torno a la mascarada burguesa.
Por su parte, Cerca del paraíso, retoma el tema de la amistad que se vio en Asalto… pero desde una perspectiva natural y menos onerosa. El choque cultural del que da cuenta, y que le sirve al cineasta ruso para fantasear un poco y distender la historicidad que lo caracteriza, rebosa poesía más allá del paisajismo de su fotografía y de las interrelaciones de sus personajes. Hay una cuestión orgánica en la interacción del espacio y sus actores que, a pesar de sus obvias diferencias, recuerda el corrupto universo de Pieza… pero desde una mirada más bien positiva y esperanzadora. Completaron el ciclo Algunos días en la vida de Oblómov y Sin testigos.



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